Mostrando las entradas con la etiqueta Cuento. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta Cuento. Mostrar todas las entradas

lunes, 3 de octubre de 2011

Texto sin título - reflexión copada

Autor: desconocido.
Traductor: Jeremías.

Fue un accidente automovilístico. Nada particularmente fuera de lo común, sin embargo, fatal. Dejaste atrás una esposa y dos hijos. La muerte fue sin dolor. Los paramédicos hicieron su mejor esfuerzo a la hora de salvarte, pero sin éxito. Tu cuerpo estaba tan terriblemente deteriorado que estabas mejor así. Creeme.
Y ahí fue cuando me conociste.
—¿Qué… qué pasó? —me preguntaste —. ¿Dónde estoy?
—Falleciste —dije, directo al grano. No había necesidad de endulzar la cosa.
—Había un… un camión y el auto derrapó…
—Si —dije yo.
—¿Estoy… estoy muerto?
—Exacto. Pero no te sientas mal al respecto. Todos el mundo se muere tarde o temprano —respondí.
Miraste alrededor. Estábamos en la nada, sólo vos y yo.
—¿Qué es este lugar? — me preguntaste —. ¿Esto es el más allá?
—Más o menos.
—¿Eso te convierte en… Dios? — seguiste.
—Si —repliqué —. Soy Dios.
—Mis hijos… mi esposa —dijiste —. ¿Qué pasó con ellos? ¿Van a estar bien?
—Eso es lo que me gusta ver —te sonreí —. Acabás de morirte y tu principal preocupación es tu familia. Eso de recién es algo excelente.
Me miraste con fascinación. Para vos, yo no me veía como Dios. Me veía como un tipo cualquiera. Alguna vaga figura de autoridad, más un estilo de profesor de secundario severo que el todopoderoso.
—No te preocupes—te dije —. Van a estar bien. Tus hijos se van a acordar de vos como un padre genial en todos los aspectos. No tuvieron tiempo para desarrollar resentimiento contra vos. Tu esposa va a verse afligida y va a llorar tu muerte, pero en secreto va a estar aliviada. Si somos realistas, tu matrimonio se estaba cayendo a pedazos. Si te es de algún consuelo, va a sentirse muy culpable por ello.
—Ah… —parecías decepcionado —. ¿Y qué hacemos ahora? Voy al cielo, al infierno… ¿algo?
—No vas a ningún lado —te aclaré —. Vas a reencarnar.
—Así que los hindúes tenían razón —señalaste.
—Todas las religiones tienen razón a su manera. Caminemos un rato.
Me seguiste mientras empezamos a pasear por la nada.
—¿A dónde vamos?
—A ningún lugar en particular —respondí —. Sólo es agradable caminar mientras charlamos.
—Entonces… ¿cuál es el punto? —preguntaste algo incómodo —. Cuando vuelva a nacer, va a ser como empezar de nuevo de cero, ¿no? Un bebé. O sea que todas mis experiencias y mis recuerdos de esta vida ya no van a existir.
—¡Para nada! Tenés adentro tuyo todo el conocimiento y experiencias de tus vidas pasadas. Sólo que ahora no te acordás.
Paré de caminar y te agarré de los hombros.
—Tu alma es más magnífica, hermosa y enorme de lo que podrías llegar a imaginarte. La mente humana sólo puede contener una pequeña fracción de lo que sos. Es como meter tu dedo en un vaso de agua para ver si está fría o caliente. Sólo una pequeña parte de tu verdadero ser entra dentro del cuerpo, y cuando la sacás, ganaste todas las experiencias de esa vida.
Continué explicando: —Si permaneciéramos acá, empezarías a acordarte de todo. Pero no tiene sentido hacer eso entre cada vida.
—¿Cuántas veces reencarné entonces? —me preguntaste asombrado.
—Muchas. Un montón de hecho —dije —. Esta vez, cuando vuelvas, vas a ser un campesino chino en el 540 A.C.
—¡¿Eh?! ¿Me vas a mandar hacia atrás en el tiempo? —exclamaste.
—Bueno, podría decirse. El tiempo como lo conocés, sólo existe en tu universo. Las cosas son diferentes de donde vengo.
—¿De dónde venís? —repetiste.
—¡Claro! —comencé a explicar —. ¡Debo venir de algún lado! Y también hay otros como yo. Me imagino que querrás saber cómo es allá, pero realmente, no lo entenderías.
—Oh… —murmuraste algo decepcionado —. Pero pará. Si reencarno en otras épocas, ¿podría haber interactuado conmigo mismo en algún momento?
—Por supuesto. Pasa todo el tiempo. Y las dos vidas continúan su existencia sin saber que ocurrió.
—¿Y por qué ocurre de esta manera?
—¿De verdad? —te pregunté —¿En serio vas a preguntarme el sentido de la vida? ¿No te parece un poco estereotipado?
—Bueno… es una pregunta razonable —insististe.
Te miré directo a los ojos.
—El sentido de la vida, la razón por la que hice este entero universo es para que madures.
—¿Te referís a toda la humanidad?
—No, sólo a vos. Hice este universo para vos. Con cada nueva vida crecés y madurás, y te convertís en una criatura más grande y con mayor comprensión.
—¿Sólo yo? ¿Y el resto de la gente?
—No hay nadie más —te dije —. En este universo estamos sólo vos y yo.
Me miraste sin entender.
—Pero toda la gente del mundo…
—Sólo vos. Todas reencarnaciones de vos.
—Pará. ¡¿Soy cada persona que vivió en el mundo?!
—Exacto. Vas comprendiendo —dije, mientras apoyaba la mano en tu espalda.
—Soy cada humano que existió.
—Y cada humano que va a existir —añadí.
—¿Soy John Lennon?
—Y también sos David Chapman —respondí.
—¿Soy Hitler?
—Y los millones que mató.
—¿Soy Jesús?
—Y sos todos los que lo siguieron.
Hiciste silencio, mirando al vacío.
—Cada vez que heriste a alguien, te heriste a vos mismo. Cada acto de amabilidad o cariño que hiciste, te lo hiciste a vos mismo. Cada momento feliz o triste experimentado alguna vez por cualquier humano, fue experimentado por vos.
—¿Por qué? —me preguntaste con cierta indignación —. ¿Por qué hacer todo esto?
—Porque en algún momento vas a ser como yo. Porque eso es lo que sos. Uno de mi especie. Sos mi hijo.
—¿Estás tratando de decirme que soy Dios? —preguntaste incrédulo.
—No. Todavía no. Sos un feto. Estás creciendo. Una vez que vivas todas las vidas de cada ser humano a través del tiempo, vas a haber crecido lo suficiente para nacer.
—Así que el universo… —empezaste.
—Es un útero —completé tu frase —. Ahora es tiempo de que continúes con tu siguiente vida.

domingo, 18 de septiembre de 2011

El beso de una paloma

Sus cabellos ondulados eran –ahora– del color del sol.
Sus ojos, de un celeste líquido, brillaron, casi bailando al compás de mis latidos.
Coronándolos, sus cejas auguraban un futuro aún incierto, si bien esperado.
Su pequeña nariz se frunció un poco, acompañando sus labios seductores que dibujaban una sonrisa espléndida a la luz de la lámpara. En respuesta, pero simultáneamente, sus pómulos se colorearon levemente, casi con pena por lo que estaría pasando por aquella mente tan particular como lo era la suya.
¡Ah! Esas sonrisas son las que acompañan la expectativa. Ella tiene una forma algo distinta de expresar alegría.
Sus perfectas orejas se movieron, casi imperceptiblemente.
Vi cómo su alma se me iba acercando. La vi a través de las ventanas de claro azul. Sus labios tuvieron que abandonar todo intento de sonrisa, y su rostro mutó progresivamente. Me negó la vista de su espíritu por unos segundos, mas por suerte pareció cambiar de opinión a último momento. Con mi mirada fija en sus ojos, sentí sus labios tocar los míos. Ella ni yo cerramos los ojos.
Una parte de mí estaba eufórico. Quería gritar a los cuatro vientos “¡Me besó!, ¡ELLA ME BESÓ!”. Otra, por el contrario, me preguntaba si todo esto era real, o un sueño. Odio darle la razón a esta parte, pero dado que sea sueño o realidad, la experiencia es la misma… y dado que yo creo firmemente en eso… (Vale aclarar aquí que se trató de una fantasía, la más bella que cualquier hombre haya imaginado jamás.)
Otra aún, diferente con las otras dos, simplemente quería que eso no acabara nunca.
Entre el escepticismo, la alegría de conseguir lo que esperaba hacía cuatro años o más, y la paz interior más similar al nirvana que jamás experimenté, me debatí en una cuestión: ¿ella me quería? ¿O sólo era que ella se había forjado una mala impresión de mí, y que quería a esa impresión más que a mí?
La duda me carcomía. Cuando se separó, con sus mejillas al rojo vivo y sus ojos vidriosos a punto de llorar (¿tan mal beso?), la miré extrañado… ¿cómo carajo surgió esto? ¿No se suponía que ella jamás me querría en ese modo? O al menos esas eran sus palabras. Hacía un año y algo más que ella era consciente de mi sentimiento más superficial por ella. Supongo que intuyó el resto (dado que nunca fui muy capaz de ser discreto). Tuve que preguntarle:
— Palo… ¿realmente me querés? ¿O lo hiciste por lástima, por el momento?
Ella presentó turbación en su cara. Pero es que… es que yo antes le había estado hablando de que era un fracasado y con razón, que ninguna mujer jamás querría salir de “esa” manera conmigo, y otras cosas de gente que se cree la víctima de sí misma. Y ella escuchaba, y ponía cara de tristeza. Jamás me imaginé que iría a reaccionar así… claro que lo deseaba, pero como una fantasía [dentro de una fantasía, ¿no?], no como realidad. Y después… el beso. El mejor beso que nunca le han dado a un desesperado como yo. El mejor beso jamás imaginado, soñado, o recibido por alguien, en lo que a mí concierne… ¿ese beso podría ser obra de la “culpa”?
— Callate, no cagués el momento— dijo, sonriente nuevamente. Se acostó al lado mío, con su cabeza apoyada en mi regazo.
Le acaricié, lenta y suavemente (o todo lo lenta y suavemente que pude).
Le amaba. Lo quisiera o no, le amaba. ¿Podría ser otra confusión, otra obsesión? Me turbaba pensar en ello. Quise comentarlo.
— ¿Vos sabés que cuando te conocí, en el Parque de la Costa, que estábamos con Julián y Matías, yo creía estar enamorado de una chica llamada Amira? Creo que te conté de ella— asintió con su hermosa cabeza —. Bien, además de eso, yo creía que vos eras la nueva enamorada de Julián, así que no me animé ni siquiera a pensar en vos como una chica linda. Yo te veía como… bueno, te quería ver como una amiga. Aunque, internamente, era otra cosa. Las siguientes dos semanas estaba un poco calmado con respecto a Amira. Nunca supe por qué… aunque ahora lo intuyo. Va, suponiendo que no lo esté imaginando para soportar el hecho de que siento que te amo…
Me miró con cara divertida.
— ¿“Siento que te amo”? Che, eso no es muy distinto al “creo que te amo”. Y eso ya era bastante patético, jaja…
— Sí, sí. Pero… “siento” es siempre la palabra justa, sobre todo ahora. Yo no tengo dudas de que ahora siento amor por vos. Como mucho, tengo dudas de si ese amor es auténtico o es fruto del beso que me acabás de dar.
— Callate, Martín. Por favor, callate.
Su figura (diablos, ¡recién ahora me acordaba del resto de su cuerpo! Eso no coincidía con la imagen de “pajero” que yo tenía de mí mismo) esbelta y, a mis ojos, perfecta, se contorneó para adaptarse a mi cuerpo. Por algún motivo, mi pene no reaccionaba como yo lo esperaba. Yo siempre pensé: cuando me den un beso, no sé cómo voy a hacer para disfrazar mi erección. Pero no tuve una. Y, por todos los dioses, que Paloma lo valía… y no es que no me sintiera excitado… pero…
No sé. Será porque no quise arruinar esa bella fantasía con una escena de sexo. Tengo que escribirlo, pensé.
Y bien. Ahora estoy acá, luego de componer los primero párrafos (a modo de verso, en un principio), sentado frente a mi notebook, deseando con toda la fuerza de la que soy capaz que eso se convierta en realidad… pero sé que nunca pasará. Ahora el tema es: ¿qué tan cierto es eso de que la experiencia es la misma, sea sueño o realidad? Sé que esa frase se creó para quitarle importancia a la eterna pregunta de qué es o no es real, que muchos extrapolaron, generando teorías de que todo es un sueño, un sueño sin soñador, o cuyo soñador es Dios, o bueno, cualquier otra cosa.
Pero: ¿se aplicaba también a este caso? Realmente, ¿importaba o no? ¿La besé realmente a Paloma? Suponiendo que tome dicha frase como válida, incluso en este caso en particular, ¿me ayuda en algo a mejorarme? No. ¿Me ayuda de alguna otra manera? Y… todo depende del sistema de referencia, pero, en síntesis, no.
Así que no vale la pena preguntarme más por esto. Fue una simple fantasía, una muy bella, y que me pareció digna de ser escrita.
Por otro lado, continúa, aunque sólo para un párrafo final.
Recién veía su figura, su hermoso cuerpo, cubriendo tan bello espíritu, tanta belleza dentro de tanta belleza… Y tanta sensualidad… Qué suerte que tenía. Es decir… Paloma… ella… ella me había besado… ¿qué más da si muero después de eso? ¿Para qué querría vivir, si eso es todo lo que deseo?

lunes, 7 de junio de 2010

Hasta el ocaso de la Red

Debe considerarse que el siguiente texto está adaptado para la comprensión humana.
Las reglas de pronunciación de los nombres son:
- Todas las letras que estén antes de la “h” no se pronuncian, como tampoco la “h”. Si adelante hay cualquier otra cosa, eso es lo que se pronuncia. La “h” nunca puede ser inicial de una palabra, y tampoco puede ser escrita en mayúscula.
- La “q” suena como “k”.
- Si después de la “d” hay un apóstrofe (d’) se pronuncia “de”, al igual que con cualquier otra letra (ejemplo: K’=Ka. J’=jota, y así sucesivamente).


Hasta el ocaso de la Red.

Salí de mi casa. Me iba a lo de un amigo. Pero, fueron a mi casa. Y me golpearon. Me llevaron a un edificio grande. Ahí me soltaron. Me llevaron a través de innumerables pasadizos, hasta llegar al cuarto. Ese gil que me rompía las bolas antes que el aparato de descargas existiera. Bueno, en realidad él lo inventó. Me pregunté qué querría decirme.
—“Qáahos”, o como se diga, tengo que juzgarte por cargos impensados en mi utopía. Menos en esta época. Después de que mi máquina apareciera en la vida de todos, nadie descargó sus turbaciones internas en perjudicar a otros, sino en mi invención, que convertía las mismas en energía para vivir sin la necesidad de crear…
—Debí haberlo imaginado. Vos y nadie más podría haber sido tan descortés de traerme acá a la fuerza ¿Sabés qué? Nunca usé tu maquina de mierda, no la necesito. Sos un forro. Además, estoy harto de hacer lo que los demás esperan de mí. Quiero que por una vez me dejen en paz y libertad—por sus caras, supe que estaban horrorizados por mi insurrecto monólogo, mas no me iba a rendir tan fácilmente. Decidí ponerle un poco de sarcasmo a la última oración, que me mandaría al destierro, a un lugar que sea como yo quisiera—. Pero no, porque tengo que pedirle permiso al “Gran Inventor” para pensar en un espacio en donde pueda estar solo y tranquilo.
—Bien, bien. Entonces te voy a mandar a donde vos me lo pidas, con tal de que nunca vuelvas a interferir con nuestra tranquila vida. Déjenlo meditar y mándenlo a donde sea que esté su lugar. Que haga lo que quiera. Pero, primero impongan leyes entre nuestro mundo y el que de su imaginación salga. Que nunca se crucen.
Me llevaron a una respetable distancia. Me soltaron. Me obligaron a crear un vacío separado de mi cosmos de origen, y me hicieron entrar en él. Luego, para asegurarse de cumplir las órdenes de su jefe, encerraron ese vacío en una red de pensamientos, que solo podía romperse cuando ideas más puras necesitaran traspasar la frontera.
Me obligué a mi mismo a concentrarme en cosas, para entretenerme, porque de no crear, mi cabeza explotaría. Esa era la única regla que a mi raza le fue impuesta. Pero este maldito nos obligó a que las cosas fueran “soltadas” dentro de un límite, y así mantener el orden en todos los multiversos. Para hacer que algo exista desde tus propios pensamientos en cualquier otro aspecto, se tenía que solicitar un permiso. Y hasta que no te lo daban, no podías hacer nada.
Idiota.
Solo, en aquel espacio, me propuse a comenzar.
Primero, quise crear algo que fuera totalmente distinto a mí; creé la energía. La diferencia más destacable entre yo y mi primer pensamiento en el nuevo vacío, era que ella podía contenerme a mí. Y yo, no.
La segunda, el tiempo. Eso fue un tanto estúpido de mi parte. Además, no era yo el dueño de esa idea, sino mi amigo, “Xhaz-har”, al que iba a visitar ese día. Me pareció estúpido desde que él lo mencionó, pero en otro sentido, le daría otra perspectiva al mundo.
Lo tercero y último fue la materia. No fue difícil, creé 1928374650 partículas que se combinarían entre sí para formar otras más grandes… y las copié. Así hasta ocupar la mitad de mí, si tuviera forma física de acuerdo a las leyes de mi reciente hogar, que esas marionetas de ese sujeto habían impuesto. Les di dos propiedades: a algunos, que se pudieran combinar, dividir, y multiplicar hasta llegar a tocar la frontera; y a otros, que pudieran tener vida, es decir, que funcionen por sí mismas, y que no dependan de lo que yo haga.
Luego me senté a observar mi obra. Cuando mi capacidad de abandonar un pensamiento y dejarlo libre sea insuficiente para mantenerme, quiero que los descendientes de la materia viva lleguen a tener suficientes pensadores como para romper la red de pensamientos y darle una lección a ese maldito de “Ohórd’n”.

viernes, 25 de diciembre de 2009

Imaginense una batalla

Imaginen un campo, con verde césped por doquier, césped que no está cortado, natural. en el horizonte no se distingue más que continuación. El campo continúa. arriba, en un cielo claro y casi sin nubes, el sol resplandece a su manera, mostrando los aterrorizados rostros. Rostros.
¿De quién son?
Son de gente, personas. ninguno está montado a caballo, todos a pie. Los hay en dos grupos, separados por cuatrocientos metros. Un grupo es de hombres con vestimenta escasa, que busca agilidad en la batalla. El otro es de hombres con armaduras, yelmos, y escudos. Prefieren la seguridad, casi no pueden ver a sus costados, pero están protegidos. todos, sin ecepción, tienen una espada. todas las espadas son diferentes. Todos, sin ecepción, piensan en sus hogares, en la familia que dejaron atrás. Todos quieren disfrutar de nuevo del calor, del amor que les brindan. Y para eso deben luchar. Y ganar. Están cansados y presionados. El deber, la patria, no son tan grandes como el deseo de volver, de descanzar, de paz. Suenan las voces de los capitanes. Tratan de infundir valor. Y su gente, aún los que no escuchan con claridad, obtiene ese valor. Algunos pocos sólo tiemblan, de miedo a la muerte.
Por cierto, una prescencia que nadie vio se encuentra en medio del campo. primero, va a un grupo. mira fijamente a algunos. Luego, como si no hubiese sido advertida, va al otro grupo, y repite al proceso con ellos. Luego, como si lu hubiese pensado mejor, los mira a todos. De la nada, desaparece. Ambos bandos corren repentinamente al encuentro de sus oponentes. No saben que los miraron. Gritan, tan fuerte como pueden, y así liberan presión. Algunos intuyen que esas pisadas que dan serán las últimas. Pero no se desaniman. Saben que luchan por sus deberes. Se encuentran ambos ejércitos. Espadazos, golpes de escudos, se entrechocan las armas. Por ahora, nadie muere. Algo brilla en el cielo, pero poca atención le prestan. Cae algo de allí. Parece como un proyectil, un meteorito. Cuando toca el suelo, todo desaparece, se convierte en polvo, cenizas, y arena. De lejos, sólo es posible percivir un gran hongo, y el ruido de una eplosión. Fin

jueves, 24 de diciembre de 2009

Mientras miramos las estrellas

-->
Ésto me da verguenza. Pero lo cierto es que es cierto, y lo deprimente es que es falso. Pero espero les guste, y no los deprima ni les recuerde nada triste, como a mi. Y no estoy hablando de la primera parte...
Ella rió. Rechazó, casi burlonamente, mis peticiones. No es que yo halla sido descortés, pero no tenía nada para ella, ni siquiera se nos podía considerar amigos. Todo fue rápido y extraño, deja vu, pero al revés. Tenía la impresión de que me volvería a pasar lo mismo, en otro momento de mi futuro.
Buenohaymuchasmasnotengoquedejarqueestomeinhibanisiquieraestoysegurodeamarlaahoraquelopiensosoloesquequeriasaberquesesentiaamarylaelegiaella, pensé.
Otalvezsilaamoypiensoestoparasentirmemejorotalveztodamimentemeestaengañandoyestonuncapaso, concluí.
En fin, tuve que seguir adelante. Pero mi mente jugó un rato con mis emociones, e imaginó. Imaginó…
Ella me escuchaba seriamente, yo le hablaba. Asintió con un poco de pena. Inmediatamente, su incomodidad la abandonó y me abrazó cariñosamente, para después darme mi primer beso. Me miró con picardía.
Imagen desdibujada.
Vuelve.
Ella yace desnuda en mi cama, sus pechos suben y bajan tranquilamente, yo me acerco, y es como un ritual, un ritual satánico, pagano. Empezamos a hacer el amor apasionadamente…
Imágenes sueltas.
Estonomecausasatisfaccion, pensé.
Vuelve a enfocar, misma situación.
Ella yace desnuda en mi cama, sus pechos suben y bajan tranquilamente, yo me acerco, y es como un ritual, un ritual de amor, pagano. Yo me desnudo, e increíblemente soy atractivo, mi cuerpo es el de un joven atlético, no el de uno sedentario, como sé que lo soy. Me acuesto a su lado, nos miramos a los ojos. Su cabello está naturalmente precioso, el mío está naturalmente sucio y desprolijo. Su voz resuena en mis oídos, la mía en los suyos. Nos contemplamos toda la noche. Estamos en un campo, no en mi cama. Miramos las estrechas. Tengo miedo, acerco mi mano a la de ella. Ella tiene miedo, acerca su mano a la mía. Me la agarra, mi mano, mi mano sedienta de calor, del calor que solo ella me puede dar. Y miramos las estrellas…
Ymiramoslasputasestrellas, concluí.

miércoles, 23 de diciembre de 2009

El deber de un ensueño...

... o el último Héroe
La multitud calló, como en respuesta a algo inesperado. Teñidos de ocre, banderas y estandartes dejaron de flamear, dejaron de acompañar el suave viento. Uno de los espectadores se paró en seco y, sin que nadie lo advirtiera, dio una orden. El centro de atención fue recogido, y al fin su exhausto cuerpo pudo descansar. Usar un arma no había hecho fácil la tarea. La misma se hallaba en el suelo, partida en dos y cubierta de una sustancia escarlata y pegajosa, casi como si hubiera acabado recientemente con una vida. Más allá había un cuerpo, cubierto de pelos. Dos personas fornidas lo recogieron y lo pelaron. Una forma presumiblemente humana se apareció en lugar de esa selva negra. Una forma que sólo dos hombres supieron a quién había pertenecido. Y el saberlo había sido un castigo para el matador, y un deber para con el pueblo en cuanto al ordenador. Pues el pueblo debía divertirse. Y el deber del César era entregar esa diversión en el circo. Y si era necesario que el último héroe mate a su único hijo, por el bien del pueblo, él se ocuparía de que eso pase.

Curvas Iniciales

Este es un cuento. Pero antes no lo era; era un intento de plasmar sentimientos que no sentía, de expresar pensamientos que no pensaba, de creerme algo que sabía falso. Ahora ya no se que creer.

Y sí, al fin me decidí a hacer un blog. Y no me considero careta: odio el facebook, el fotolog y demás, pero creo que, a pesar de no ser el mejor medio, es uno bueno por donde empezar. No creo que la red demuestre mejor que un papel escrito con tinta desparramada por acción de mi puño lo que tiene que demostrar; mas vale intentarlo. Desde ya, creo que cometo un error que se reparará solo.
Saludos a todos,

Nargosiprenk.


Curvas Iniciales
-->
Me fui. Adentro de la casa había olor. Un olor raro. No lo soporté. Sin embargo, la guía me dijo que el olor vino de donde yo estaba...
Fue una guía rara: mostró todo menos lo que una persona distinta llamaría lo necesario. Nadie se enteró de todos modos. De repente, alguien entró en la casa... no lo vi, pero que era viejo. Me parece que fue mi alter-alma, institucionalizada en el camino del otro fin... rara vez parecía esto cierto, pero hasta la guía lo decía... un gato se me cruzó... pero no era un gato, y el niño dijo: "Así mismo, kiriknaj era un lugar oscuro", y me di cuenta... el niño fue el gato... en fin.
Jamás se me ocurrió ver dentro del hogar... además, fue peligroso. El cinc que me dio Mifhrat, fue poderoso, y explotó cuando yo se lo pedí. Lo busqué, lo encontré y lo tiré al agujero de la ventilación. Instantáneamente, el cúmulo se derrumbó, y el poder de la casa desapareció... en la percepción de la guía. Nada quedó en pie.
“Ahora, si no lo hago, moriré...” mi alma le dijo a su alter “si no lo haces, ora por tu vida.” y eso hizo. Sin embargo, no lo logró.
Tenía una misión, y la cumplí... era maligna y la destruí, por que amenazó con su propia vida... al destruirla, la salvé... podrá vivir cuerda otra vez. Era de esperarse su enojo, pero lo desapareció, lo guardó. No lo aceptó. Me quiso demasiado.
Gritando a más no poder, dijo- te mirare desde allí (tu sabes a que me refiero, no eres ignorante) – y se marchó, lejos, fuera de aquí... ora por tu vida, reflejo ruin del núcleo de mi ser... ora por tu maldita vida...
PD: Jajaja (irónico).