viernes, 25 de diciembre de 2009

Imaginense una batalla

Imaginen un campo, con verde césped por doquier, césped que no está cortado, natural. en el horizonte no se distingue más que continuación. El campo continúa. arriba, en un cielo claro y casi sin nubes, el sol resplandece a su manera, mostrando los aterrorizados rostros. Rostros.
¿De quién son?
Son de gente, personas. ninguno está montado a caballo, todos a pie. Los hay en dos grupos, separados por cuatrocientos metros. Un grupo es de hombres con vestimenta escasa, que busca agilidad en la batalla. El otro es de hombres con armaduras, yelmos, y escudos. Prefieren la seguridad, casi no pueden ver a sus costados, pero están protegidos. todos, sin ecepción, tienen una espada. todas las espadas son diferentes. Todos, sin ecepción, piensan en sus hogares, en la familia que dejaron atrás. Todos quieren disfrutar de nuevo del calor, del amor que les brindan. Y para eso deben luchar. Y ganar. Están cansados y presionados. El deber, la patria, no son tan grandes como el deseo de volver, de descanzar, de paz. Suenan las voces de los capitanes. Tratan de infundir valor. Y su gente, aún los que no escuchan con claridad, obtiene ese valor. Algunos pocos sólo tiemblan, de miedo a la muerte.
Por cierto, una prescencia que nadie vio se encuentra en medio del campo. primero, va a un grupo. mira fijamente a algunos. Luego, como si no hubiese sido advertida, va al otro grupo, y repite al proceso con ellos. Luego, como si lu hubiese pensado mejor, los mira a todos. De la nada, desaparece. Ambos bandos corren repentinamente al encuentro de sus oponentes. No saben que los miraron. Gritan, tan fuerte como pueden, y así liberan presión. Algunos intuyen que esas pisadas que dan serán las últimas. Pero no se desaniman. Saben que luchan por sus deberes. Se encuentran ambos ejércitos. Espadazos, golpes de escudos, se entrechocan las armas. Por ahora, nadie muere. Algo brilla en el cielo, pero poca atención le prestan. Cae algo de allí. Parece como un proyectil, un meteorito. Cuando toca el suelo, todo desaparece, se convierte en polvo, cenizas, y arena. De lejos, sólo es posible percivir un gran hongo, y el ruido de una eplosión. Fin

1 comentario:

  1. Así son las guerras. Por eso no entreno así.
    Entrenar, es para mí un ejercicio de mentes. Es para mí un ejercicio de conjunto la batalla.

    ResponderBorrar

Toma una cervesa, fatigado guerrero, y suélta la lengua en nombre de Odín y las Musas, y habla acerca de la batalla descipta arriba.